Comentario
La transición política de la Monarquía a la República fue seguida por un conjunto de graves tensiones sociales internas que fueron aprovechadas por otros pueblos vecinos en un intento de reducir el control territorial y, si fuera posible, de conseguir la eliminación física de Roma. De ahí que, durante los primeros 70 años de la República, la Roma ya creada tuvo que revalidar en no pocas ocasiones su razón de ser.
Según el relato tradicional, en el 509 a.C. se produjeron una serie de hechos fundamentales de la historia de Roma: la expulsión del último monarca, la toma de Roma por el ejército de Porsenna, la firma del tratado entre Roma y Cartago, el inicio de los Fastos Consulares (listas donde figuran los nombres de los cónsules, que servían como referencia para la datación de acontecimientos importantes) y la consagración del templo de Júpiter Capitolino. Parecen, desde luego, demasiados acontecimientos para un período tan corto de tiempo. De todos estos hechos, sólo se reconoce con seguridad como perteneciente al año 509 a.C. la dedicatoria del templo de Júpiter. Los restantes acontecimientos pudieron producirse en un lapso algo mayor, aunque con poca diferencia de tiempo.
Los Fastos Consulares podrían ser un elemento preciso de datación, pero todos los historiadores coinciden en señalar que, al menos hasta el 503 a.C. presentan interpolaciones y dudas. A partir del 503 a.C. se consideran dignos de fe y resultan básicos para el estudio de la República.
Otro sistema de cómputo se basa en el ritual del clavus annalis, práctica iniciada en el año siguiente de la dedicatoria del templo de Júpiter Capitolino y que consistía en clavar un clavo en el muro de la cella de Minerva (el templo constaba, además de la cella de Júpiter, de otras dos anexas: la de Minerva y la de Juno) cada aniversario de esta dedicatoria. El primer clavo fue clavado en el 508 a.C., un año después de su consagración.
Los primeros años de la República presentan muchas incertidumbres que son, en cierto modo, lógicas y el resultado de un momento políticamente confuso. Los conjuradores del 509 a.C. no debían tener prevista la fórmula institucional más adecuada para sustituir a la monarquía y, aun cuando la hubieran previsto, las condiciones tal vez se lo habrían impedido. Roma, después de la expulsión del último rey, estaba sumida en una serie de antagonismos políticos: partidarios de la monarquía, partidarios de la República, partidarios de Porsenna y partidarios de la Liga latina, entre otros.
La falta de confianza en los Fastos Consulares correspondientes a los primeros años de la República ha llevado a los historiadores a plantear de formas diversas el problema de cómo se cubrió el vacío institucional en estos primeros años. El punto de acuerdo, entre todos, es que el consulado -la magistratura doble y colegiada que constituyó la magistratura suprema y ordinaria durante toda la República romana- no surgió inmediatamente después de la expulsión de Tarquinio.
La tesis más generalizada es la que presupone que, durante estos primeros años o el período transitorio de la monarquía al consulado, se pasó por una fase intermedia que implicaba la designación por un año de un praetor maximus que, posteriormente, desdoblaría sus funciones. Se está muy cerca ya del sistema binario de los cónsules, aunque éstos, al menos hasta la ley Valeria Horatia del 449 a.C., seguían designándose como pretores.
Hasta el 485 a.C. se conocen casos de plebeyos que ocuparon el consulado, lo que parece demostrar que, tras la caída de la monarquía, las supremas magistraturas no fueron monopolizadas por los patres, el núcleo de gentes que controlaban, desde los inicios de la historia de Roma, el Senado, el ejército y los sacerdocios. La explicación más concluyente es el clima de tensiones y enfrentamientos de los comienzos de la República, que debió implicar compromisos y alianzas entre las facciones más fuertes. Pero a partir del 485 se produjo lo que se ha dado en llamar la cerrazón o intransigencia del patriciado. Este pasa a controlar todos los mecanismos de la vida política, copando todas las magistraturas civiles y religiosas. Los plebeyos son excluidos por completo de cualquier tipo de responsabilidad en el gobierno.